miércoles, 27 de mayo de 2020

El sol y la Luna

Que tal, espero que todos y todas se encuentren bien, en esta nueva entrada quisiera hablarles de otro mito nahua, en esta ocasión, hablaré de como es que fueron creados el sol y la luna. Sin mas preámbulos, comienzo. 
Los dioses se habían reunido pues en el mundo que habían creado solo existía la noche, no había luz, ni calor. Decidieron entonces crear un sol para que pudiera haber todo lo anterior, y decidieron que debía ser un dios el que se sacrificara a sí mismo para lograr llevar a cabo tal hazaña. De todos los dioses, dos fueron elegidos para tal honor. Por un lado, teníamos a Tecuciztecatl (Tecciztecatl señor o morador del caracol), un dios rico, por el otro lado, estaba Nanahuatzin (el buboso o lleno de llagas), un dios viejo, deforme y enfermo. 
Tecuciztecatl/Tecciztecatl

Nanahuatzin


Ambos dioses ayunaron durante 4 días, también hicieron ofrendas durante ese mismo tiempo. Mientras que las ofrendas de Tecuciztecatl eran oro, plumas preciosas, copal y demás objetos preciosos, Nanahuatzin, al ser pobre, solo podía dar su sangre, la cual sacaba picándose con espinas de maguey y poniéndolas en una bola de algodón.

Llegó el día en que serían sacrificados para convertirse en el sol, como Tecuciztecatl fue el que ofrendó los objetos mas preciosos, tendría el honor de ser el primero. Para sacrificar al dios elegido, se había hecho una gran hoguera a la cual tendría que arrojarse el dios elegido. Tecuciztecatl se paró al borde para arrojarse, pero al momento final, retrocedió, y así por tres veces mas sin lograr arrojarse. Los demás dioses determinaron que era el turno de que Nanahuatzin lo intentara, este se colocó al borde y al primer intento se arrojó a las llamas que lo consumieron. 

Avergonzado por el valor de aquel dios tan humilde, Tecuciztecatl se arrojó justo después, ahora, el resto de los dioses estaba confundido, puesto que saldrían dos soles y no podía existir cosa como esa. Se quedaron esperando hasta que en el horizonte se empezó a ver una luz, era el sol de Nanahuatzin, que brillaba con mucha intensidad, justo después de el, apareció otro sol, el de Tecuciztecatl, brillando con la misma intensidad. Los dioses decidieron que no podía tener el mismo brillo, ya que se había acobardado en su primer intento, por lo que uno de ellos le golpeó con un conejo, restándole brillo. 

Y es así, que, según los nahuas, el sol y la luna nacieron para brindarnos su luz, una tenue y la otra brillante.

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